por Dra. Amalia Mattio

“Uno de los mayores desafíos en los que estamos trabajando desde hace muchos años es luchar contra la violencia de género, así como contra la trata de personas”, desde nuestra Asociación civil Foro de Mujeres del Mercosur El foro es una asociación regional, presente en Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil y “además, trabajamos para lograr la paridad en los ámbitos político, económico y social de toda la región”.

La pobreza y la falta de perspectivas para salir de ella es el segundo mayor problema que golpea a las mujeres en el Mercosur y en toda Latinoamérica. El trabajo doméstico no remunerado, el empleo precario y la desocupación son algunas de las caras de la pobreza.

La pobreza aumenta la violencia.

Determinados grupos de mujeres, incluidas las mujeres y niñas que viven en la pobreza, se enfrentan a múltiples formas de discriminación y, como resultado, también sufren un mayor riesgo de violencia.

Las mujeres y niñas que viven en la pobreza son más vulnerables a la explotación sexual, incluida la trata de seres humanos.

Por otro lado, aquellas que sufren violencia doméstica por parte de sus parejas tienen menos opciones de escapar de relaciones violentas, debido a su falta de ingresos y recursos.

¿De qué modo se puede hacer más visible esa situación?

Para ello es urgente trabajar en la “inclusión de las mujeres en las políticas públicas, que es lo que estamos haciendo, para lograr igualdad salarial, tanto en Argentina como en los otros tres países del Mercosur, en cada uno con sus particularidades.

Lo que quisiéramos lograr es el empoderamiento total de la mujer en todas las áreas y para ello encaramos programas y capacitaciones destinados a todas las personas sin distinciones.

La desigualdad de género es un factor clave de la pobreza y menoscaba gravemente los derechos de las mujeres.

Para ello es imprescindible hablar de la justicia de género como la igualdad y equidad total entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida.

Como resultado podemos lograr que las mujeres, al igual que los hombres, puedan definir y contribuir al diseño de las políticas, estructuras y decisiones que afectan a sus vidas y a la sociedad en su conjunto.

Mejorar la legislación y las políticas es necesario, pero no suficiente.

Si queremos poner fin a la pobreza y combatir la desigualdad, debemos transformar también las relaciones de género y poder, así como las estructuras, normas y valores sociales que las determinan.

La justicia de género no es únicamente garantizar derechos fundamentales. También se trata de garantizar medios para lograr sociedades más justas y, así, erradicar la pobreza.

Para lograr que esto sea una realidad debemos trabajar en conjunto todos y todas desempeñando un papel fundamental en las políticas públicas.